Mostrando entradas con la etiqueta Liderazgo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Liderazgo. Mostrar todas las entradas

El fracaso NO ES ...

Por el Dr. John Maxwell

Cambiar su perspectiva del fracaso le ayudará a perseverar para finalmente alcanzar lo que desea. ¿Entonces, cómo va a juzgar el fracaso? Déjeme comenzar echando una mirada a siete cosas que el fracaso no es.
1. La gente cree que el fracaso se puede evitar, y no se puede
Todos fallamos y cometemos errores. Seguramente usted ha oído aquello de que «errar es humano, perdonar es divino» y que Alexander Pope escribió hace más de doscientos cincuenta años. Lo que él estaba haciendo era nada más que parafraseando un dicho que era muy común dos mil años antes durante el tiempo de los romanos. Hoy las cosas son muy parecidas a como eran en aquel tiempo. Si usted es un ser humano, va a cometer errores.Es probable que esté familiarizado con la Ley de Murphy y el Principio de Pedro. Hace poco me encontré con algo que se ha dado en llamar Reglas para el ser humano.
Creo que la lista describe bien el estado en que nos encontramos como personas:
Regla # 1: Usted tiene que aprender lecciones.
Regla # 2: No hay faltas, solo lecciones.
Regla # 3: Una lección se repite hasta que se aprende.
Regla # 4: Si no aprende las lecciones fáciles, se hacen más difícil.
Regla # 5: Usted sabrá que ha aprendido una lección cuando sus acciones cambien.
Norman Cousins tenía razón cuando dijo: «La esencia del hombre es la imperfección». Entonces, convénzase de que va a cometer errores.

2. La gente cree que fallar es el resultado de algo, y no lo es
Cuando estaba en mi época de crecimiento, creía que el fracaso venía en un momento. El mejor ejemplo que puedo recordar para ilustrar esto es cuando hacemos un examen. Si usted obtiene una F, eso significa que fracasó. Pero con el tiempo me he convencido que el fracaso es un proceso. Si usted falla en un examen, eso no significa que falló en un resultado una sola vez. La F muestra que usted falló en el proceso que habría de desembocar en el examen.
En 1997, escribí un libro titulado The Success Journey [El viaje al éxito]. En él se ofrece un vistazo a lo que significa ser una persona de éxito. Allí defino el éxito en estos términos: Saber lo que quiero alcanzar en la vida. Esforzarme para desarrollar todo mi potencial. Sembrar para el beneficio de otros.
La tesis del libro es que el éxito no es un destino, un lugar al cual se va a llegar algún día. El éxito es un viaje que usted inicia. Y el éxito se va alcanzando según lo que usted haga día tras día. En otras palabras, el éxito es un proceso.
El fracaso actúa de la misma manera. No es un lugar al que se llega. Como el éxito, no es un resultado ni es un fracaso. Es cómo usted enfrenta la vida a lo largo del camino. Nadie puede decir que ha fracasado mientras no exhale el último suspiro. Hasta ese momento, todavía estará en proceso, y aun no se habrá dicho la última palabra.

3. La gente cree que el fracaso es objetivo, y no lo es
Cuando usted se equivoca, sea que calcule mal una operación matemática, que olvide una fecha importante, que no haga bien algo, que no tome la mejor decisión en cuanto a sus hijos o que pierda la oportunidad de su vida, ¿qué determina que tal acción fue un fracaso? ¿Se fija usted en el tamaño del problema que se generó o en la cantidad de dinero que le costó a usted o a su organización? ¿Está determinado por la reacción que pudiera tener su jefe o las críticas que pudieran venir de otras personas? No. El fracaso no se determina de esta manera. La respuesta es que usted es la única persona que puede realmente decidir que ha fracasado. Esto es algo subjetivo. Su percepción y la forma en que reacciona ante sus errores determinan si sus acciones son o no un fracaso.¿Sabía usted que los empresarios casi nunca despegan al primer intento? ¿Ni al segundo? ¿Ni al tercero? Según Lisa Amos, profesora de comercio de la Universidad Tulane, el promedio de veces que los hombres de negocios fracasan antes de dar con el éxito es de 3,8. Pero no se desalientan por problemas, fracasos o errores. ¿Por qué? Porque ellos no ven los reveses como errores. Y reconocen que tres pasos hacia adelante y dos hacia atrás aun equivale a uno hacia adelante. Y como resultado, superan el promedio y llegan a triunfar.

4. La gente cree que el fracaso es un enemigo, y no lo es
La mayoría de la gente trata de evitar los fracasos como se evita una plaga. Le temen. Pero de la adversidad es que surgen los éxitos. El entrenador de básquetbol de la NBA, Rick Pitino, lo dijo aun más enfáticamente. «Es bueno fracasar. Porque el fracaso es como el fertilizante. Todo lo que he aprendido sobre cómo dirigir un equipo lo he aprendido cometiendo errores».Las personas que ven el fracaso como un enemigo, son cautivas de aquellos que lo vencen. Herbert V. Brocknow lo dice de esta manera: «El que no comete errores sirve al que sí los comete». Observe a cualquier triunfador y descubrirá en él a una persona que no ve los fracasos como enemigos. Esto es verdad en cualquier esfuerzo. La musicóloga Eloise Ristad dice que «cuando nos damos permiso para fallar, al mismo tiempo nos estamos dando permiso para superarnos».

5. La gente cree que fallar es algo irreversible, y no lo es
En Texas hay un viejo adagio que dice: «No importa cuánta leche derrames, lo que importa es no perder la vaca». En otras palabras, los errores no son irreversibles. Hay que mantener la perspectiva. Los problemas vienen cuando uno solo ve la leche que derrama y no el cuadro completo, incluyendo la vaca. La gente que ve sus errores en forma correcta se aprovecha de ellos.Los errores no hacen a las personas darse por vencidas.Los éxitos no hacen a las personas creer que ya lo alcanzaron todo.Cada resultado, sea bueno o malo, es un pequeño pasado en el proceso de vivir. O como lo dice Tom Peters: «Si no se hicieran cosas insignificantes, nunca habrían cosas grandes».

6. La gente cree que el fracaso es un estigma, y no lo es
Los errores no son una marca permanente. Me gusta la perspectiva del fallecido senador Sam Ervin Jr., quien decía: «Tanto la derrota como la victoria sirven para remecer el alma y dejar la gloria fuera». Así es como tenemos que ver al fracaso.Cuando cometa errores, no deje que lo desmoralicen. Y no piense en ellos como un estigma. Haga de cada fracaso un peldaño de la escalera que lleva al éxito.

7. La gente cree que después del fracaso ya no hay más, y no es así
No permita que aun lo que parezca un tremendo fracaso le impida luchar por lograr el éxito. Piense en la historia de Sergio Zyman. Era la mente maestra detrás de la nueva imagen de la Coca-Cola, algo que el asesor de mercadeo Robert McMath ve como uno de los más grandes fracasos en materia de productos de todos los tiempos. Zyman, quien lanzó al mercado con todo éxito la Coca-Cola de Dieta, creía que la Coca-Cola necesitaba actuar enérgicamente para revertir sus veinte años de declinación en el mercado contra su rival, Pepsi. Su solución fue dejar de ofrecer la bebida que había sido popular por cerca de cien años, cambiar la fórmula y ofrecer la nueva Coca-Cola. El intento fue un fracaso monumental que en 1985 duró setenta y nueve días y significó a la compañía una pérdida de cien millones de dólares. La gente rechazó la nueva Coca-Cola. Y esto significó la salida de Zyman de la compañía. Pero los problemas de Zyman con la nueva Coca-Cola no lo mantuvieron en el piso de la derrota. Años más tarde, cuando se le preguntó si la aventura había sido un error, Zyman respondió: «¡Definitivamente, no!» ¿Un fracaso? «No».¿Un disparate, un tropezón, un fallo? «Otra palabra entre "fallo" y ... algo más», contestó. «Ahora, si ustedes me dijeran que "la estrategia en la que se embarcaron no resultó", yo les diría: "Absolutamente. No resultó" Pero la totalidad de la acción terminó siendo positiva». Porque el retorno de la Coca-Cola Clásica hizo más fuerte a la compañía. La afirmación de Zyman fue confirmada por Roberto Coizueta, el fallecido presidente y ejecutivo jefe de la Coca-Cola. Él recontrató a Zyman en 1993. «Juzguen los resultados», dijo Coizueta. «Nosotros pagamos para producir resultados no para estar en lo correcto».
Tomado de lidere.org

Construyendo Actitudes

Por el Dr. John C. Maxwell

1.- Los años formativos del niño son los más importantes para inculcarle las actitudes correctas
Los especialistas infantiles están de acuerdo en que el desarrollo, durante los primeros años, de un modo de pensar positivo, es la principal razón para el éxito futuro del niño. Las actitudes que aceptamos cuando niños son por lo general las que adoptamos cuando adultos. Es difícil que nos desviemos de nuestra preparación inicial. Proverbios 22.6 , dice: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él». ¿Por qué? Porque el sentimiento y las actitudes que formamos en los primeros años de vida llegan a ser parte de nosotros. Nos sentimos bien con ellos aunque puedan ser errados. Aun cuando nuestras actitudes nos hagan sentir mal, son difíciles de cambiarlas.
Durante mi último año de la escuela secundaria decidí aprender a jugar golf por mi propia cuenta. Por varios meses jugué incorrectamente, pero con entusiasmo. Un día, estando en el campo de golf, un amigo me dijo: «John, tu problema es que te quedas muy cerca de la pelota después que la golpeas». Había desarrollado un efecto que mandaba a la bola con una curvatura por el cielo. Bueno, no habría problema, compensaría mi efecto. Para que aterrice la bola en la calle apunté al bosque que tenía a la izquierda. Entonces, otro día, jugué con un excelente golfista. La bola fue derecho y su viraje fue lento. Después de observar algunos de mis tiros de bumeran, me ofreció su ayuda. «¿Qué es lo malo de mi juego?», pregunté. «¡Todo!», contestó. De esa manera comenzaron las lecciones. Después de varias semanas me di cuenta que es más difícil aprender algo equivocado, luego olvidarlo y volver a aprenderlo, que aprenderlo correctamente desde la primera vez. Lo mismo sucede con nuestras actitudes. Las cosas que sentimos y aceptamos a temprana edad tienden a pegarse tenazmente a nosotros aun cuando conozcamos algo mejor y deseemos cambiar. Las primeras impresiones en nuestras vidas no son solamente impresiones, sino muchas veces grabaciones indelebles.

2. La formación de una actitud nunca cesa
Nuestra actitud se forma de las experiencias y de la manera cómo reaccionamos ante ellas. Por eso, mientras vivimos, estamos formando, cambiando o reforzando actitudes. No hay tal cosa como una actitud inalterable. Somos como la pequeña niña a la que su maestro de Escuela Dominical le preguntó: «¿Quién te hizo?» Ella respondió: «Bueno, Dios me hizo una parte». «¿Qué quieres decir con que Dios te hizo una parte?», preguntó el sorprendido maestro. «Bueno, Dios me hizo un poco, y yo me hice el resto por mí misma».¡Qué gran verdad! Las actitudes formadas en nuestros primeros años, no permanecen necesariamente iguales a través de los años. Muchas veces los matrimonios pasan a través de «aguas profundas» debido al cambio de la actitud del cónyuge.Mi papá siempre ha sido una influencia positiva en mi vida. En una ocasión cuando visitaba a mis padres, lo encontré leyendo el libro de Norman Vincent Peale, El poder del pensamiento positivo. Cuando le recordé que ya había leído ese libro anteriormente, me respondió con entusiasmo: «¡Por supuesto! Debo continuar formando mi actitud».

3. Mientras más se desarrolle nuestra actitud sobre el mismo fundamento, más sólida será
El refuerzo de nuestras actitudes fundamentales, sean positivas o negativas, las hace más resistentes. Mi padre comprendió esta verdad al decidirse a leer otra vez sus libros sobre pensamiento positivo. Una de sus prácticas para el desarrollo de su actitud era escribir un pensamiento positivo en una tarjeta de 3 x 5 y leerlo repetidamente durante todo el día. Muchas veces lo he visto sacar la tarjeta durante recesos de quince segundos y leer la frase positiva. He decidido hacer de esto un hábito para mí también. Descubro que mientras más refuerzo mi mente con lectura excelente, más fuerte soy.

4. Muchos constructores (especialistas) ayudan a formar nuestras actitudes en cierto tiempo y lugar
Se necesitan ciertos especialistas en la construcción de una casa para hacer toda la estructura. Su tiempo puede ser mínimo y su contribución pequeña, sin embargo son parte de la construcción de esa casa. De la misma manera, ciertas personas vienen a nuestras vidas en determinados momentos para ayudar a construir o a desbaratar nuestra perspectiva.Una señora me escribió: «En mi último año de la escuela secundaria, mi profesora de inglés tomó un ensayo que escribí y lo puso en el pizarrón. Luego comenzó a romperlo delante de la clase. Me sentí humillada y tonta. Luego me dijo que no duraría ni un año en la universidad. Nunca he olvidado ese incidente». Una profesora, en un día, afectó una autoimagen para toda la vida.

5. No hay tal cosa como una actitud perfecta o intachable
En otras palabras, todos tenemos actitudes que necesitan ser remodeladas. Cuando mi amigo Paul me enseñó sobre los aviones, dijo: «El avión no es hecho para no tener equilibrio en el vuelo». Los aviones necesitan constantemente ajuste para volar efectivamente. Sucede igual con nuestras actitudes. Las corrientes de aire de la vida nos sacan de nuestro lugar y tratan de impedirnos alcanzar nuestras metas. Temporales inesperados cambian nuestra dirección y estrategia. Nuestras actitudes necesitan ajuste por cada cambio que viene a nuestras vidas.Necesitamos ser como la vieja mula de un granjero de Missouri. Un día se cayó en un pozo seco. El granjero que la encontró allí hizo todo cuanto estuvo a su alcance para sacarla. Finalmente, viendo que el rescate era imposible, comenzó a enterrarla. Cuando echó en el pozo un carga de tierra de un camión, la tierra comenzó a rellenar el pozo y la mula resoplando comenzó a pisar fuerte. Pronto, la vieja «cara triste» estaba parada sobre toda la tierra, dos pies más arriba que antes. Después de descargar unos cuantos camiones de tierra, la mula llegó triunfalmente al borde del pozo y salió caminando.Todo el mundo encuentra tormentas y pozos secos en su vida que amenazan con doblegar su actitud. El secreto para una llegada segura es ajustar continuamente su perspectiva.
Tomado de lidere.org

El Camino

Una conversación sobre las diversas maneras en que seguimos a Jesús, el Camino.

por Eugene Peterson.


La manera en que Jesús ama y salva al mundo es personal: nada incorpóreo, nada abstracto, nada impersonal. Encarnado, carne y hueso, relacional, particular, local. Los medios utilizados en nuestra cultura son visiblemente impersonales: programas, organizaciones, técnicas, lineamientos generales, información separada del lugar. En cuestiones de caminos y medios se prefiere más el vocabulario de los números que el de nombres. Las ideologías desplazan a las ideas. La densa niebla de lo abstracto absorbe las agudas particularidades del rostro familiar y la calle conocida.

Mi preocupación surge de la observación de que muchos que se consideran seguidores de Jesús, sin vacilaciones y, aparentemente sin pensar, adoptan los caminos y medios de la cultura mientras viven su vida cotidiana «en el nombre de Jesús». Pero los caminos que dominan nuestra cultura han sido desarrollados en ignorancia o en desafío a los caminos que utiliza Jesús para guiarnos cuando caminamos por las calles y callejones, trepamos por los senderos y manejamos por las carreteras de este mundo creado por Dios, salvado por Dios, bendecido por Dios, gobernado por Dios. Parecen suponer que «tener éxito en el mundo» significa tener éxito en el mundo según los términos del mundo y que los caminos de Jesús son únicamente útiles en aquella área fraccionada de la vida calificada como «religiosa».

Esta forma de pensar es equivocada y constituye una manera de vivir equivocada también. Jesús es una alternativa a los caminos dominantes del mundo, no su suplemento. No podemos usar maneras impersonales de hacer o decir algo personal, y el evangelio es personal o no es nada.

El camino de Jesús

En este asunto de caminos, el cómo seguimos a Jesús y respondemos al mundo no puede ser despersonalizado mediante la reducción a una fórmula que nos explique cómo hacerlo. Estamos involucrados en una forma de vida altamente personal, interrelacional y dinámica que posee varios elementos: emociones e ideas, clima y trabajo, amigos y enemigos, seducciones e ilusiones, legislación y elecciones que cambian constantemente, siempre fluyendo y siempre en relación con nuestro Dios, muy personal y santo y nuestros hermanos y hermanas, muy personales (¡pero no tan santos!).

Los caminos y medios impregnan todo lo que somos en adoración y comunidad. Pero ninguno de los caminos y medios se pueden compartimentar en funciones o aislar como conceptos aparte de este mundo ampliamente bíblico y trinitario en el que seguimos a Jesús. Impregnan todo lo que somos y hacemos. Si algunos de los medios que utilizamos para seguir a Jesús son ajenos a quienes somos en Jesús («cosas» o «modelos» a imitar separados), esto le quita mérito al fin por el que lo seguimos. ¿Acaso derivan nuestros caminos de «el mundo, la carne y el diablo»? Durante muchísimo tiempo se nos ha alertado acerca de ello. ¿O sirven a la vida en el reino de Dios y al seguir a Jesús, algo que histórica y litúrgicamente nos han enseñado extensamente? Aquí tenemos un texto, palabras que ha dicho Jesús, que enfocan esto con claridad: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14.6). El camino de Jesús, unido a la verdad de Jesús, produce la vida de Jesús. No podemos proclamar la verdad de Jesús y luego hacer las cosas de la manera en que mejor nos plazca. Ni tampoco podemos seguir el camino de Jesús sin pronunciar la verdad de Jesús.

Jesús, el Camino


Pero Jesús como verdad atrae mucho más atención que Jesús como el camino. Jesús como camino es la metáfora más evadida entre los cristianos con los que he trabajado durante cincuenta años como pastor en América del Norte. En el texto que coloca Jesús delante de nosotros con tanta claridad y definición, el camino viene primero. Cuando lo adoramos y proclamamos, no podemos saltear el camino de Jesús en nuestro apuro por alcanzar la verdad de Jesús. El camino de Jesús es el camino que practicamos y la manera en que logramos comprender su verdad: es vivir como Jesús en nuestros hogares y lugares de trabajo, con nuestros amigos y familiares.

La congregación local

La congregación cristiana, la iglesia en nuestro vecindario, ha sido siempre el lugar donde obtenemos este camino y verdad y vida de Jesús, creído y encarnado en los lugares y en medio de la gente con la que más nos codeamos día tras día. La iglesia es más que esta congregación local. Existe la iglesia que continúa a través de los siglos: nuestras madres y nuestros padres que continúan influyéndonos y enseñándonos. Existe una iglesia desparramada por todo el mundo: las comunidades con las que estamos en contacto mediante la oración y el sufrimiento y la misión. Existe la iglesia invisible: dimensiones e instancias de la obra del Espíritu sobre los que no sabemos nada. Existe la iglesia triunfante: esa «multitud tan grande de testigos» que continúa rodeándonos (Hebreos 12.1).

Pero la congregación local es el lugar donde recibimos todo esto, integrado y practicado en las circunstancias inmediatas y entre los hombres y mujeres y niños con los que vivimos. Aquí es donde se convierte en algo local y personal. La congregación local es el lugar y la comunidad donde se puede escuchar y obedecer los mandamientos de Cristo, donde se invita a la gente a considerar y responder a la invitación de Jesús: «Síganme». Es un lugar y comunidad donde adorar a Dios. Es el lugar y la comunidad donde se nos bautiza en una identidad trinitaria y donde maduramos «conforme a la plena estatura de Cristo» (Efesios 4.13), donde nos enseñan las Escrituras y aprendemos a discernir la manera en que seguimos a Jesús, el Camino.

Una dimensión personal

La congregación local es el lugar primordial donde nos ocupamos de los asuntos particulares y las personas con las que vivimos. Como ente creado y sustentado por el Espíritu Santo, es insistentemente local y personal. Por desgracia, las estrategias más populares de las iglesias americanas con respecto a la congregación no son amigables a lo local y personal. El estilo americano, con su afición por los eslogan pegadizos y visiones conmovedoras, denigran lo local, y su estilo programático de tratar con la gente erosiona lo personal, y así reemplazan las intimidades con funciones. Al presente, la iglesia de América del Norte se destaca por reemplazar el camino de Jesús con el camino americano. Para los cristianos que siguen a Jesús con seriedad, comprendiendo y yendo tras los caminos de Jesús, esta desconstrucción de la congregación cristiana es particularmente alarmante, una enorme distracción.

La congregación cristiana es una compañía de hombres y mujeres que oran y que se reúnen, generalmente los domingos, para el culto y que luego van al mundo como sal y luz. El Espíritu Santo de Dios llama y forma a este pueblo. Dios tiene la intención de hacer algo con nosotros y desea hacerlo en comunidad. Nosotros participamos en lo que Dios está haciendo, y participamos todos juntos.

Y ésta es la manera en que participamos: estamos presentes a lo que Dios desea hacer con nosotros y por nosotros mediante la adoración. Estamos presentes al Dios que está ahora presente con nosotros. La metáfora bíblica operante relacionada con la adoración es el sacrificio. Nos llevamos a nosotros mismos al altar y permitimos que Dios haga con nosotros lo que desee. Nos llevamos a nosotros mismos a la mesa eucarística e ingresamos en esa forma cuádruple de la liturgia que nos da forma: tomar, bendecir, partir y dar, la vida de Jesús tomada y bendecida, partida y distribuida. Ahora bien, esa vida eucarística le da forma a nuestra vida al entregarnos a nosotros mismos, Cristo en nosotros, para que se nos tome, bendiga, parta y distribuya en vidas de testimonio y servicio, justicia y sanación.

La cultura de consumo

Pero ese no es el camino americano. La gran innovación americana en la congregación es convertirla en una empresa para consumidores. Nosotros los americanos hemos desarrollado una cultura de adquisición, una economía que depende del desear y exigir cada vez más. Tenemos una enorme industria de publicidad diseñada para despertar apetitos que ni siquiera sabíamos que teníamos. Somos insaciables. Nuestros hermanos y hermanas cristianos no tardaron en desarrollar congregaciones para consumidores.

Si tenemos una nación de consumidores, obviamente la manera más rápida y efectiva de sumarlos a nuestra congregación es identificando qué es lo que desean y ofreciéndoselo, satisfaciendo sus fantasías, prometiéndoles la luna, transformando el evangelio en términos del consumidor: entretenimiento, satisfacción, pasión, aventura, solución de problemas, lo que sea. Este es el lenguaje en el que nosotros, los americanos, nos hemos criado. Este es el lenguaje que comprendemos. Somos los mejores consumidores del mundo, de modo que, ¿no tendríamos que tener acaso las iglesias más novedosas?

Dadas las condiciones que prevalecen en nuestra cultura, esta es la manera más adecuada y efectiva jamás concebida para reunir a congregaciones prósperas y abultadas. Los americanos lideran al mundo mostrando a todos cómo hacerlo. Pero hay sólo una cosa que está mal: esta no es la manera en que Dios nos conforma a la vida de Jesús y nos coloca en el camino de su salvación. Esta no es la manera en que decrecemos para que Jesús se engrandezca. Esta no es la manera en la que nuestra vida sacrificada queda a disposición de los demás en justicia y servicio. El cultivo de una espiritualidad para consumidores es la antítesis de la congregación que se sacrifica y se niega a sí misma. La iglesia de consumidores es la iglesia del anticristo.

No podemos reunir una congregación que tema a Dios y lo adore mediante el cultivo de una congregación que complazca a los consumidores y esté orientada a lo material. Cuando lo hacemos, se le comienzan a caer las ruedas al carro. Y se están cayendo las ruedas del carro. No podemos suprimir el camino de Jesús para vender su verdad. El camino de Jesús y su verdad tienen que ser congruentes. Únicamente cuando el camino de Jesús está orgánicamente unido a su verdad, podemos tener su vida.

Tomado de desarrollocristiano.com