Llora con los que lloran

Las mujeres menores presas en la cárcel de Ezeiza me piden llorando que oremos a Dios para que no les llegue la libertad, ya que afuera no tienen oportunidades, algunos niños de 2 o 3 años desesperadamente se golpean la cabeza contra las rejas clamando a su modo por la libertad perdida, un paciente del hospital siquiátrico con 30 años de internación me pregunta abrazado a mí: ¿Daniel, voy a morir en este lugar?

Escenas como estas son más comunes de lo que cualquier persona pude imaginar. Estamos en medio de una sociedad sufriente, cargada de dificultades, cada día más sedienta de una solución mágica e instantánea para las angustias que la aquejan.


La tarea cristiana con excluidos sociales, niños abandonados a su suerte, enfermos terminales y personas que erraron el camino, solo se puede llevar a cabo con cristianos dispuestos a "Llorar con el que llora", ésta es la clase de compromiso que te lleva a dar la vida hasta tu muerte.


A veces creo que nos hemos contagiado de los profesionales que abundan en nuestro medio, quienes fueron adiestrados para no involucrarse con el dolor de los otros, y han aprendido a llevar sus cargas a otro terapeuta, en vez de llevarlas a los pies de Cristo.

Quizás, nosotros que criticamos los métodos y premisas de estas organizaciones, cada día nos parecemos más a ellos y menos al Señor Jesucristo, el Mesías sufriente.

Los sacerdotes judíos de la antigüedad lloraban por las noches al recorrer las ruinas de la ciudad de Jerusalén devastada por el enemigo; los salmos hablan acerca de que "irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla"; Jesús rompió en llanto al ver las ciudades que no se habían arrepentido de su pecado, las cuales no habían aprovechado la oportunidad del cambio.

Dentro de nuestro trabajo nos cuesta tener obreros comprometidos en sectores de labor que se relacionan íntimamente con el dolor. Uno de los motivos más comunes, por los cuales muchos creyentes de hoy en día escapan a una relación profunda con el necesitado, es no querer sufrir.

Jesús, enfrentado a la muerte de su amigo Lázaro y al dolor de sus hermanas, simplemente lloró. Aquel que ahora está a tu lado quizás necesite que lo abraces y, si fuera necesario, llores con él. Quizás yo mismo necesite a alguien que llore conmigo.

No Seas indiferente al sufrimiento. Conviértelo en una oportunidad para llevar el consuelo y aliento que ofrece nuestro amado Maestro.
Tomado de Daniel Ruffinatti.

Director General del Servicio Asistencial Cristiano para el Detenido y el Enfermo Mental.
Argentina

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